Son proyectos de arquitectura residencial con espacios compartidos que se erigen como alternativa de vivienda asequible, sostenible y socialmente enriquecedora.
El reto de construir una arquitectura residencial de calidad que ofrezca respuestas a cuestiones sociales candentes, al tiempo que logra la excelencia en eficiencia energética y de recursos, pasa hoy a primer plano. Está estrechamente vinculada a la concepción de la vivienda como un derecho fundamental del ser humano, como bien de uso y no de especulación, con el imperativo de hacerla asequible a toda la población.
La vivienda colectiva se erige en una fórmula innovadora y sostenible para un desarrollo equilibrado de las ciudades. En las distintas opciones que propone, optimiza m2, recursos y uso del suelo urbano, consolidándose como vivienda accesible para todos, en beneficio de la cohesión social. Un intangible que proporciona a los habitantes de las áreas urbanas mayor calidad de vida y resiliencia.

La comunidad como motor
En el desarrollo de los proyectos arquitectónicos de vivienda colectiva se incorporan procesos participativos donde los futuros habitantes definen cuales son sus necesidades, como desean vivir y que servicios y dependencias requerirán a corto y largo plazo. Son edificios que se componen de distintas viviendas totalmente equipadas, que reducen su superficie entre un 5-10%, pero al tiempo se enriquecen con espacios comunitarios diversos. Desde gran sala, comedor y cocina para reuniones en grupo, a lavandería, zona de juegos infantil, biblioteca, habitaciones de invitados, terrazas, patios, jardines, y espacios de trabajo o para la expresión artística. Esta fórmula, conocida también como cohousing, se fundamenta en un equilibrio entre el fortalecimiento de las relaciones como comunidad y preservar la intimidad y la esfera de lo privado.
La modalidad de cohabitación o coliving es algo distinta y se basa en la tipología de vivienda en clúster, donde varias unidades habitacionales (entre 4 a 6) de unos 30 m2, con dormitorio y sala de estar, comparten una amplia cocina dentro de una unidad de convivencia. Estas unidades pueden replicarse en un mismo edificio, que incluye otros espacios mayores compartidos para el conjunto de la comunidad, lo que fomenta distintos grados de relación y de intimidad.
Gran parte de la vivienda colectiva se materializa a través de la fórmula de vivienda cooperativa. La propia comunidad de vecinos ejerce de promotora del inmueble, lo que representa un ahorro de un 30% del coste total, favoreciendo la vivienda accesible. Con diversos modelos de financiación, puede ser vivienda en propiedad o en cesión de uso. La sostenibilidad y eficiencia energética, con consumo casi nulo (NZEB), es primordial en estos proyectos para evitar riesgos de pobreza energética.

Espacios intermedios y flexibilidad
Los proyectos de vivienda colectiva, además de dependencias comunitarias, proponen espacios intermedios que fomentan la comunicación entre los residentes. Pueden ser privados o formar parte del conjunto: pasarelas de acceso abiertas a un patio, terrazas o cancelas previas a la puerta de la vivienda, promueven la interacción. Son espacios sociales y a la vez climáticos, pues conforman una suerte de cojín entre interior y exterior, y facilitan la ventilación cruzada natural.
Ante una sociedad en continuo cambio social y tecnológico, donde se dan variadas estructuras familiares o modos de trabajo, la vivienda colectiva abraza el concepto de arquitectura sostenible también en su dimensión de ser útil a sus habitantes el máximo periodo de tiempo posible. Son proyectos regidos por la flexibilidad espacial que permite adaptar la vivienda a futuras necesidades, y en algunos casos incluso ampliarla. También prevé espacios de cuidado, abarcando todo el ciclo de vida de una persona.

En su evolución, la vivienda colectiva fomenta la igualdad de género, desjerarquiza las habitaciones e incorpora sistemas constructivos industrializados, aunque diseñados a medida para cada proyecto. Generalmente, está impulsada por comunidades intencionales que se constituyen para cada proyecto. Algunas escogen ser intergeneracionales, otras se destinan a seniors o son lideradas por grupos feministas. Las hay de nueva planta o con proyectos de rehabilitación que recuperan edificios en desuso.
Casos de éxito pioneros
La creación en el año 2024 del Premio Europeo de Vivienda Colectiva, por parte del Instituto de Arquitectura de Euskadi, en colaboración con el Departamento de Planificación Territorial, Vivienda y Transporte del Gobierno Vasco, es indicativo de su relevancia. El premio apuesta por proyectos que tienen un impacto positivo en las comunidades y contribuyen al desarrollo urbano sostenible, al tiempo que promueven la arquitectura de calidad. Este galardón internacional fue concedido al proyecto La Borda, una cooperativa de viviendas en Barcelona que agrupa 28 unidades familiares heterogéneas, ganadora en la categoría de nueva construcción. Un proyecto realizado por el estudio de arquitectura Lacol que ha recibido numerosos premios de arquitectura hasta hoy. La reconversión en viviendas colectivas de un antiguo almacén de vino en Basilea, Suiza, de los arquitectos Esch Sintzel, ha sido premiada como mejor desarrollo en la categoría de renovación.

La arquitectura residencial conforma una gran parte de la superficie edificada en las ciudades. Y la vivienda colectiva fomenta un urbanismo sostenible en todas sus dimensiones, con una voluntad añadida de trazar el tránsito de mera comunidad de propietarios a una comunidad de vecinos. Durante la última década, el sector de la arquitectura ha abordado la sostenibilidad desde de emergencia climática. Hoy la emergencia habitacional es otro concepto en alza. La puesta en marcha de nuevas fórmulas en las que la propia población se involucra es uno de los caminos que ofrece alternativas a una vivienda accesible, sostenible a corto y largo plazo, con un componente de cohesión social beneficioso para todos.
Redactado por Marta Rodríguez