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El Pabellón Mies van der Rohe es, a día de hoy, uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad de Barcelona, reconocido como una de las obras más singulares de la historia de la arquitectura.
El Pabellón Mies van der Rohe, que hoy podemos visitar en el parque de Montjuïc, es la reproducción fiel y en el emplazamiento original del que Ludwig Mies van der Rohe y Lilly Reich diseñaron y construyeron para la exposición Universal de Barcelona de 1929.
A finales de los años 50, cuando el Pabellón alemán se había convertido en pieza clave para entender la evolución del movimiento moderno, Oriol Bohigas planteó el proyecto de reconstruirlo. En 1986 se inauguró la obra que ejecutaron los arquitectos Cristian Cirici, Fernando Ramos e Ignasi de Solà-Morales.
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En 1929 Barcelona acogió un gran evento internacional para dar a conocer las nuevas tecnologías. Esta feria contribuyó a articular el modernismo hacia el noucentisme y las vanguardias internacionales que abrieron paso al racionalismo. Representó un impulso transformador por la ciudad y radical por la montaña de Montjuïc donde dejó muchos de los equipamientos que todavía están: el Palau Nacional, la Font Màgica, el Teatre Grec, el Poble Espanyol, el estadio olímpico, el Palau Victoria Eugenia… sin embargo, el Pabellón Mies der Rohe se desmontó cuando terminó la exposición.
Lilly Reich y Ludwig Mies van der Rohe colaboraron estrechamente en diferentes proyectos entre 1925 y 1938. A mediados de 1928, varios meses antes de inaugurar la Exposición Internacional de Barcelona, Georg von Schnitzler les encargó, como en directores artísticos de la sección alemana, el diseño del pabellón nacional que mostrara la “claridad, simplicidad y honestidad” del nuevo espíritu de la República de Weimar, de la Alemania del momento.
La simplicidad estructural radical y el rigor del pabellón de Barcelona que Lilly Reich y Ludwig Mies van der Rohe diseñaron es una declaración de principios rotunda, que presenta una nueva forma de entender la arquitectura que influenciará para siempre a las generaciones de futuros arquitectos.
Ocho columnas esbeltas en forma de cruz soportan la cubierta y dejan los muros libres de carga, generando un espacio fluido de planta libre. Los materiales nobles – mármoles, ónix y travertino – conviven con elementos modernos – acero y grandes láminas de vidrio – y dos láminas de agua que generan un juego infinito de reflejos y transparencias que integran interior y exterior. La pieza que se expone es el edificio en sí: Tan solo la escultura de Georg Kolbe y alguna pieza de mobiliario como la silla Barcelona, icono de la modernidad en el diseño, quedan incluidos en la sobriedad del espacio.
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