El arquitecto Javier Jiménez fundó y dirige Studio Animal, un despacho con sede en Madrid y Barcelona. 

Especializado en interiorismo y arquitectura efímera, destaca por el uso del color en sus proyectos como elemento que resignifica y estructura el espacio. 

A su actividad profesional docente añade la investigación académica, con un trabajo enfocado en redefinir los espacios y atmósferas habitadas por el sujeto contemporáneo, para un futuro “superoptimista”. 

Su estudio ha sido reconocido con los Premios FAD 2023 y 2024, Premio ROOM y FRAME Award 2024, entre otros. Es coautor de Trànsit, la instalación que ha podido verse en la Nave de Simon, en su sede corporativa de Barcelona durante la última edición de LlumBcn 25. 

Conversamos con él para conocer el origen y trasfondo de este singular proyecto y su particular visualización de los espacios contemporáneos. 

- ¿De dónde surgió la idea del semáforo como protagonista de Trànsit? 

- Cuando la comisaria de Llum Bcn25, MariaGuell, me explicó que el lema de esta edición era “El espai en Trànsit”, y toda su reflexión en torno ello, me vino a la cabeza en seguida la palabra tráfico. Ella quería que volcáramos nuestro conocimiento sobre el color en un trabajo con la luz. Así que enseguida apareció el semáforo como el elemento que congrega a estos tres aspectos: tráfico, luz y color.

- ¿Qué quiere transmitir la instalación Trànsit?

- Es una pieza con vocación universal, comprensible en cualquier cultura. La instalación provoca una transgresión del semáforo como elemento urbano ordenador. Rompe su lógica de funcionamiento (rojo / amarillo / verde) para convertirlo en un instrumento visual y sonoro con plena libertad. Trànsit, con 49 semáforos en retícula, es una pieza de 12 minutos en bucle, que crea un nuevo paisaje en continua transición y cambio. Una inédita atmósfera vibrante urbana, bajo la que el espectador puede transitar.  

 - ¿Cuáles han sido los condicionantes de instalar la pieza en una nave industrial?

- En realidad la propia composición estructural de la Nave de Simon, con su característico ritmo de cerchas, nos dio la pauta de la retícula, con siete semáforos por línea. La idea era también que la obra se adapte y este en relación con el lugar donde se aloja. Resulta muy sorprendente la amalgama de colores que se produce en el gran espacio de la nave, y como el semáforo se convierte en el elemento mezclador, cosa que nunca sucede en el día a día. Por su función, nunca veremos dos lámparas encendidas a la vez.  

- ¿Qué connotaciones tiene para ti el semáforo?

- Primero es un elemento cotidiano. Universal. Construye el imaginario urbano de cualquier lugar del planeta. Esto es muy potente. Por otro lado es un elemento que ordena. Te prohíbe pasar a ti porque permite que pasen los coches. En la instalación, al descontextualizarlo, cambia su significado. 

- Trànsit es una colaboración con Cabosanroque, ¿cómo aparecieron en el proyecto?

- Admiro su trabajo y hace muchos años que nos conocemos. Somos buenos amigos. Siempre que arrancamos un proyecto pensamos si alguien puede sumar para que el proyeco crezca y sea mucho mejor. Estas alianzas son fundamentales en muchos de nuestros proyectos. Cuando pensé en una pieza con semáforos enseguida pensé que no podía desarrollarla solo. Y que tampoco podía hacerla contratando a un ingeniero. No hubiera sido lo mismo para nada. Era una pieza que requería colaborar con alguien que trabajase con la tecnología y el sonido desde la sensibilidad artística. Y tal y como yo la visualizaba era una pieza que podría parecer tan nuestra como de Cabosanroque. Ellos trabajan con la repetición de los objetos y su manipulación. Tienen el knowhow para crear hardware y sofware componer piezas.  

- ¿Cómo ha sido la dinámica de la colaboración?

- Muy fluida. El trabajo ha funcionado por vasos comunicantes.Además, es una instalación donde desde el minuto 0 se ha ido creando el espacio, el sonido y lo visual al mismo tiempo. Hasta obtener esa atmósfera tan particular. De hecho, la instalación Trànsit en la Nave de Simon nos ha reunido en una primera colaboración que hacía tiempo deseábamos tener. Nos gusta decir que es una pieza 100% Animal, 100% Cabosanroque.

- En esta instalación señalas como un autor referente al artista británico Richard Wentworth, y su libro “Making Do and Getting By”.

- En este libro, Wentworth fotografía elementos ordinarios del paisaje urbano, que con su mirada adquieren una condición extraordinaria. Como ese cono encajado en el hueco libre de un pavimento de baldosas hexagonales de Gaudí. Son piezas circunstanciales, encontradas gracias a esa mirada que sabe ver belleza en lo cotidiano. Hablar de belleza me interesa muchísimo. Hemos querido que Trànsit sea por encima de todo una pieza bellísima. Ese tipo de belleza que ejerce esa atracción que te atrapa, que no te deje irte.

- La belleza es algo subjetivo. ¿Cómo la explicarías?

- No la se definir muy bien. No tiene que ver exclusivamente con términos estéticos. Cuando Frank Gehry se hizo su primera casa en California, cuentan que un vecino le disparó porque atentaba al buen gusto del vecindario. Está toda construida con materiales recuperados, fue muy disruptiva para la época y el barrio. Pero para mi y para tantos otros es una de las casas más bellas de la historia de la Arquitectura. La belleza es algo que te genera un bienestar difícil de explicar. Si me encargan el proyecto de una casa, una primera conversación que tengo con el cliente siempre es sobre la belleza. Tan importante o más que sea confortable y funcional es que sea bella (si es que no son lo mismo).

- En Trànsit hay luz, color, sonido, concepto de arte, pero también tecnología, ciudad y urbanismo, es decir nuestra realidad más próxima. ¿Tecnología y contexto se han vuelto relevantes en la creación de instalaciones efímeras?   

- La tecnología en si misma es un indicador del contexto. Visitas Tokio y la tecnología con la que está conformada la ciudad siempre va por delante. Podemos decir que la tecnología es un elemento constructor del paisaje urbano.  

Los semáforos utilizados en la instalación son de última generación, con lámparas led. Son un reflejo de nuestros días. También tienen que ver con la sostenibilidad, siempre intrínseca en nuestros proyectos, aunque nunca es obvia. El consumo de todos nuestros semáforos juntos son 750 W, menos que una tostadora. ¿No es genial?

- ¿Qué atributos debería tener para ti el espacio público ideal en la ciudad?

- Sería un espacio sin coches y completamente flexible. Un espacio “no diseñado”.  Las plazas y lugares que más me han interesado siempre no tenían diseño, pero si tenían activación. En el estudio hemos hecho algunos proyectos en espacio público y nuestra propuesta ha sido activar el lugar mediante elementos que lo hagan posible con el menor diseño. Para mí el mejor espacio público es el que activan los ciudadanos, y el proyecto contempla la participación de quienes habitan allí o lo utilizan.

- Centras tu trabajo en redefinir los espacios y ambientes habitados por el sujeto contemporáneo. ¿Qué les falta para mejorar la habitabilidad de las personas?

- Los espacios necesitan más conexión con sus usuarios; más personalidad, pero no del arquitecto que los diseña, sino del usuario que los habita. Los arquitectos debemos dedicarnos a que el cliente se identifique de una manera más directa, más íntima, con el espacio que habita. Falta compromiso entre los diseñadores y sus clientes sin que esto pase por descafeinar un proyecto. Falta riesgo. Un ejemplo es el uso del color. A mis clientes siempre les pregunto ¿tú con que color te identificas?  Te dicen un color y luego añaden,  pero no lo quiero porque me voy a cansar. Y yo les digo: como si no te cansases del blanco.

- Tu proyecto Casa Nube ha recibido galardones nacionales e internacionales.

- Es un espacio doméstico transgresor. Con una clienta maravillosa que nos supo transmitir a la perfección quién es y qué le pedía a su casa. Esa intimidad entre espacio y habitante en este proyecto es superlativa. Lo distintivo de esta casa es que no tiene ningún espacio que no se use. No hay pasillos. Era un espacio muy triturado lleno de pasillos y pequeñas habitaciones. Creamos una pastilla de baños que se convierte en un filtro entre un único espacio más público de día y el privado de las dos habitaciones gemelas de la casa. Un filtro que es esa pared tan bella de formas vaporosas blancas.  

Esta disposición espacial además genera una ventilación cruzada que ahorra la necesidad de aire acondicionado.  

- Cuando en tu trabajo hablas de un futuro superoptimista, ¿a qué te refieres?

- Yo soy optimista por naturaleza y creo en la bondad del ser humano por encima de todo. No concibo otra manera de estar en el mundo. Y es el mundo que quiero para mis hijos. Como arquitecto quiero que el cliente se imagine que puede vivir en el mejor sitio posible. Ese ejercicio de imaginar ese mudo feliz te dirige hacia otra forma de estar en el mundo.

- En tus proyectos el uso del color es muy significativo

- Es una herramienta que puede generar también una imagen superoptimista. Aunque haya a quien le produce rechazo. Siempre es un ejercicio arriesgado el que hacemos nosotros. El color es un elemento completamente psicológico. Una herramienta muy potente que construye atmósferas y que transforma el espacio radicalmente. Condiciona la manera de estar en un sitio, de comportarte... El color ha sido muy vapuleado por toda una época, que ha establecido una especie de norma gris-blanco-beige como colores de la buena arquitectura de la que hemos aprendido. Las publicaciones de esas obras, siempre en blanco y negro, han ocultado su verdadera imagen. Pero cuando visitas obras de Le Corbusier o Alvar Aalto, están llenas de color y son maravillosas. El color acompañado de la geometría tiene un gran peso espacial y emocional. 

- ¿Cuál es tu color predilecto?

- Los azules. La gama que bordea y se encuentra con el verde. Al proyecto de mi primera casa en Barcelona lo llamamos La cinta Azul. Incorporaba toda una banda-mueble perimetral de múltiples usos, y era de ese color turquesa menta, entre el verde y el azul, que para mí siempre será ya el color de Barcelona, y del que he pintado algunas paredes de nuestra casa de Madrid para tener un trocito de Barcelona aquí.

- De donde sale el nombre Studio Animal

- No lo sé muy bien. Pero con el tiempo supongo que refleja de alguna manera esta actitud arriesgada y salvaje que aplicamos en nuestros proyectos y que por aquel entonces, hace casi 15 años, ya deseábamos.