La desmaterialización es una tendencia al alza, un cambio de paradigma de producción y consumo en el que el ecodiseño, la innovación, la tecnología, la digitalización e internet juegan un papel esencial.
La multifuncionalidad, la apuesta por soluciones a través de la servitización o la economía colaborativa són algunas de las estrategias que podrás descubrir en este artículo, dónde podrás profundizar en qué és y cómo modela nuestra economía y vida.
¿Qué es la desmaterialización y por qué es importante?
La desmaterialización pone el foco en la reducción de la cantidad de materiales para cubrir alguna necesidad, siendo múltiples las opciones para conseguirlo.
Algunas de las estrategias para garantizar el acceso a la función sin significar una renuncia o incomodidad son:
● Multifuncionalidad o multiuso: concentración de utilidades en un único objeto
● Miniaturización: menor tamaño sin afectar a las prestaciones
● Modularidad: diseño adaptativo o evolutivo según etapa vital
● Monomaterialidad: facilita la separación de componentes y su reciclaje
● Durabilidad: alarga la vida útil de un artículo
● Impresión 3D o a demanda: personalización, menor sobreproducción y almacenaje
● Eficiencia: materiales eficientes, más ligeros, composites…
● Digitalización: formato digital reemplaza un soporte físico o una experiencia real
● Servitización: servicio o solución integral que sustituye un producto
● Uso compartido: reutilización recurrente por parte de diferentes usuarios
● Economía colaborativa: donación, intercambio, cesión de bienes

Desmaterializar puede liberar del gasto inicial o esfuerzo de compra y ciertas incomodidades derivadas de la propiedad y, sin embargo, suele incrementar la posibilidad de actualización.
Un estilo de vida más slow y minimalista, la eficiencia energética, las energías renovables y la aplicación de los principios de la economía circular tienen una elevada repercusión en la desmaterialización y son fundamentales para la sostenibilidad.
El teléfono móvil: el ejemplo más claro del “todo en uno”
El teléfono inteligente, que nos pone al alcance de la mano un montón de funciones hoy en día imprescindibles e inmediatas para las que antes requeríamos un aparato u objeto específico, es el ejemplo más paradigmático de la multifuncionalidad.
Relojes, cámaras de fotos, grabadoras de voz, radios y reproductores de música, televisores y ordenadores, diccionarios, libros, periódicos, calendarios, blocs de notas, mapas y guías de viaje en papel y un largo etcétera se han vuelto casi anecdóticos debido a la combinación de todas sus utilidades en un único, pequeño, práctico y manejable dispositivo.
El “móvil”, la conexión a internet y la aparición de apps han desmaterializado, entre otros, el ocio o los viajes gracias a la lectura de códigos QR, los etickets o entradas digitales, la tarjeta bancaria virtual, Google Maps…

Servitización y economía colaborativa: menos productos, más servicios
La servitización prioriza la función por encima del fetichismo del objeto, ya que permite disfrutar de un bien o servicio mediante una suscripción, tarifa, pago por uso… sin ostentar la propiedad ni gestionar el ciclo de vida, con lo cual, es algo más, es una solución.
Es el caso de la “Movilidad como Servicio” (MaaS en inglés), que prolifera en muchas ciudades, ya que da acceso a todo tipo de vehículos sin preocuparse de reparaciones, aparcamiento…, liberando, además, espacio público.
El sector cultural también se está desmaterializando tras la aparición de gigantes como Netflix, HBO, Max, Disney+, con una oferta infinita 7/24/365 consumido a través de plataformas.

Paralelamente, el modelo de economía colaborativa se basa en compartir recursos, mayoritariamente entre particulares, a través de un acuerdo entre las partes.
Es la filosofía de sitios físicos como la “Biblioteca de las Cosas” y virtuales generalistas como Wallapop o especializados como Vinted (moda) u otros como BlaBlaCar o SocialCar (movilidad), etc, dando una segunda vida y maximizando la utilización de miles de productos infrautilizados.

Estos marketplaces o puntos de encuentro entre oferta y demanda multiplican y agilizan la comercialización, contratación o compra, pero cuando son en el ciberespacio, dejan huella en el universo digital y desmaterializado.
Beneficios de la desmaterialización para la sostenibilidad
La desmaterialización racionaliza el consumo de materias primas y recursos naturales, energía, agua y superficie y minimiza la (sobre)producción, el transporte de mercancías, cantidad de stock y, consecuentemente, las emisiones de gases de efecto invernadero, a la par que los costes económicos.
Aumenta la eficiencia, especialmente cuando se agotan todas las opciones antes de descartar un artículo a través de su reutilización, reparación, compartir… y con ello, disminuye la cantidad de residuos generados y su compleja gestión, contribuyendo a reducir potenciales conflictos geopolíticos.
Sin embargo, la hiperdigitalización (más dispositivos, más obsolescencia, consumo en streaming, almacenaje en la nube…) y la virtualidad, que transforman nuestro entorno, cómo nos relacionarnos, el tejido comercial y espacios de vida, ponen en riesgo el balance positivo y la sostenibilidad social y ambiental global.
Por ello es crucial que hagamos un consumo de productos y contenidos consciente y crítico en el mundo real y que cada click tenga sentido, y a nivel colectivo gestionemos adecuadamente la transición digital y energética.
Redacción por Sònia Roura Valls