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El adjetivo arquitectura bioclimática hoy nos recuerda lo necesario de atender a las condiciones del lugar para abundar en la construcción sostenible.
El clima y el entorno geográfico donde vivimos es nuestro primer hábitat. Desde sus orígenes, la arquitectura ha explorado como proveer al ser humano unos espacios a cubierto funcionales y confortables (buena temperatura, luz, aire), atendiendo al lugar natural donde se asentaba, con la economía de medios como divisa. Las construcciones nos protegen del entorno y su climatología y, a la vez, pueden beneficiarse de los recursos naturales que este brinda.
Catálogo vehículo eléctrico
El clima y el entorno geográfico donde vivimos es nuestro primer hábitat. Desde sus orígenes, la arquitectura ha explorado como proveer al ser humano unos espacios a cubierto funcionales y confortables (buena temperatura, luz, aire), atendiendo al lugar natural donde se asentaba, con la economía de medios como divisa. Las construcciones nos protegen del entorno y su climatología y, a la vez, pueden beneficiarse de los recursos naturales que este brinda.
El que actualmente estemos hablando de arquitectura bioclimática responde a una renovada necesidad. En parte, la misma que en los orígenes. A la que se añade las consecuencias de un trepidante siglo de consumo de recursos guiado por las revoluciones industrial y tecnológica. Convertida en urgencia por la contaminación y crisis del cambio climático, hoy el objetivo se concreta en reducir los impactos negativos que la construcción infringe al medio ambiente, apostando por el aprovechamiento de recursos naturales no contaminantes y energías renovables.
Se estima que el sector de la construcción supone alrededor de un 40% del consumo de energía en nuestro país, tanto en consumo directo (edificios en uso) como indirecto (fase de construcción), con las consiguientes emisiones, perjudiciales y cuantiosas, de CO2 a la atmósfera. Minimizarlas ya forma parte de las políticas conjuntas de los países miembros de la Unión Europea en materia de edificación.
El adjetivo arquitectura bioclimática hoy está aquí para recordarnos que es factible y muy recomendable construir estudiando a fondo las condiciones del lugar. Y que la fisonomía de una edificación debe basarse en un estudio preliminar del clima y terreno donde se asienta, un medio físico dinámico del que aprovechar agentes y recursos naturales (sol, lluvia, viento, subsuelo, vegetación) y, al tiempo, definir estrategias para protegerse de ellos.
La edificación bioclimática actual persigue el confort en los espacios interiores bajo los estándares actuales, reduciendo al mínimo la demanda energética del edificio, es decir el consumo, y con la máxima eficiencia. La solución pasa por emplean fuentes de energía renovables y limpias (solar, eólica, geotermia). Y servirse de recursos hídricos, con depósitos de almacenamiento de agua de lluvia o instalaciones de reaprovechamiento de aguas grises, que optimicen el consumo.
La mejor orientación del edificio, aplicar la energía solar pasiva, definir cuál es el porcentaje de acristalamiento más eficiente en fachadas e implementar un aislamiento térmico de la envolvente total, figuran entre los pilares básicos. Cubiertas y fachadas vegetales son una competente protección natural y filtro climático. Los sistemas de renovación de aire, así como el control higrotérmico, constituyen factores relacionados con el clima y el diseño arquitectónico, y atañen además al concepto de hábitat sano, para generar espacios interiores que garanticen la salubridad de sus moradores.
El vínculo de la arquitectura bioclimática con la bioconstrucción o construcción ecológica, abarca el uso de materiales no contaminantes, ni tóxicos, teniendo en cuenta su ciclo de vida completo: extracción, fabricación, implementación en obra, uso, posible derribo que minimice residuos o se convierta en un recurso para reutilizar o re-fabricar. En definitiva, el conocimiento de su “huella ecológica”. La actual conciencia de una necesaria construcción eficiente y sostenible, y todo el recorrido que tiene por delante, también impulsa el desarrollo de nuevas tecnologías y materiales que se imbrican a favor de la práctica de la arquitectura bioclimática.
Sus principios suponen beneficios para todos los actores implicados, tanto el sector de la construcción y la arquitectura, que con la innovación de sistemas relanza su actividad, conocimientos y nuevas soluciones, como los usuarios, para los que supone un ahorro en términos de costes regulares de consumo. Y desde luego, un ahorro en la factura que pasa al medio ambiente, que atañe a toda la comunidad humana.
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